dilluns, 29 de novembre del 2010

19. Música

Suenan los últimos acordes de la tercera cuadra, espío la escena escondida tras las cortinas de satén rojo retiradas a lado y lado del entarimado de roble. Un par de minutos, nada más… me doy aire con un panfleto impreso del programa; no puedo evitar estar nerviosa: no todos los días puede una bailar en el Grand Theatre de Londres.
Un abrupto adaggio marca la transición entre la tercera y la cuarta cuadra de l’Oiseau de Feu, las bailarinas que ocupaban la escena se retiran a la penumbra del descansillo mientras yo me yergo sobre mis puntas, orgullosa, y salgo a escena en un elegante paso piqué relevée. Echo un vistazo rápido al proscenio, donde montones de ojos como dardos acechan; trago la bola de nervios que se aloja en mi garganta y alzo la vista al techo del teatro venciéndome en un gran cambré a la espera de las primeras notas del allegro que dan entrada a mi solo.
Tres minutos parecen tres horas bajo los focos cegadores. Regalo echapé y assemblés con la música llenándome los oídos, me desplazo como si volara en pas y grand jetés; algunos passos battu, y entro una pirouette de arabesque crosée en dehors, que enseguida enlazo con chassé y coupé para lanzar un gran cisseaux. Los rostros del público son una mancha borrosa mientras encadeno los 32 fouetté que ponen fin a mi ejercicio; los aplausos suenan atronadores en el vasto recinto del teatro mientras entre diligentes reverencias dirijo una mirada ansiosa a platea buscando su característico pelo verde. No lo veo; busco en las primeras filas, en la zona central, en los laterales… no lo encuentro. ¿No está?
Debo abandonar el escenario para dejar paso a la siguiente cuadra. Mierda, no sé por qué estaba tan convencida de que vendría… Me meto rápidamente entre bambalinas; casi atropello a la estúpida de Raven en el proceso y ni me acuerdo de proferirle la sonrisa arrogante que se merece… fui yo quien consiguió el solo, y no ella, con todos sus estúpidos años de conservatorio. Me cambio sin perder tiempo, embuto la ropa en mi bolsa de deporte y me visto de calle; debería esperar al final del espectáculo y felicitar al resto de compañeros, pero simplemente no me apetece.

El frío de la noche londinense me recibe diligentemente al pisar la calle, me arrebujo en tres vueltas de bufanda y echo a andar Richmond’s abajo.
Antes de meterme en el metro paro en un contenedor y me deshago de las puntas nuevas. -No sé por qué creí que vendría… qué estúpida.-
Cositas:
-Todo el vocabulario de ballet me lo ha facilitado el amigo Google, así que no me lo tengais en cuenta si he flipado demasiado, ya que yo de baile, lo que el Papa de santo ¬¬
-No sé si se entiende, pero las puntas nuevas que tira al final se supone que se las regaló Évola para su debut. Por eso ella etá segura de que él vendrá a verla bailar esta noche, y por eso cuando se da cuenta de que no es así las tira a la basura...
-Niños bailarines: no hagais esto en casa xD Las puntas son una cosa que tiene que comprarse cada uno a su gusto y probárselas en la tienda, nada de enviar al vecino a comprarlas por nosotros! O_O